Otra vez ha llegado septiembre, y las vacaciones quedaron
olvidadas. Los niños lloran por volver al colegio. Los pajaritos cantan, las
nubes se levantan. Todo es felicidad, hermandad y amor.
En las paredes aparecen
las mismas propagandas de otros años, aquellas que tanto odio y que venden Tai
Chi para ancianos, lisiados y gentes que no deseen realizar esfuerzo físico.
Y luego veo las
fotografías que ilustran dichos pasquines con imágenes un tanto estrambóticas,
ejes de simetría en equilibrio inestable y cuerpos imitando casi a la
perfección a Quasimodo. Y para completar el cuadro dos tipos de expresiones. La
del iluminado, que practicando tai chi parece flotar elevándose de la tierra
donde solamente pueden estar los viles mortales, y la del “tonto de baba” y que en mi pueblo le
llaman “tontolaba”, que no llega a entender el orgullo de la práctica del Tai
Chi.
Aunque no merece más
ni un minuto de mi tiempo, ya que todas estas cosas son ejercicios con
coreografías imitando Tai Chi, pero no pueden ser consideradas Tai Chi, porque
no tienen en su interior el espíritu del Tai Chi.
Dejamos esto a un lado y comenzamos con el trabajo serio.
Durante este verano, en una tertulia de terraza de
cafetería, en la que me encontraba junto a otros compañeros, practicantes de
Tai Chi, la conversación derivó sobre los estilos y diferentes tendencias del
Tai Chi. Y entonces surgió una frase lapidaria:
“LO QUE NO ES OFICIAL, NO EXISTE”
Ahora yo me pregunto
¿La oficialidad es sinónimo de veracidad irrefutable?
Esto me recuerda al catecismo que estudié de niño y que en
una de sus normas decía:
“El Papa no puede equivocarse cuando define doctrinas de fé
y de moral, como maestro supremo de toda la iglesia.”
El no reconocimiento
de un hecho, no elimina al hecho en sí mismo, lo mismo que el no reconocimiento
oficial de una enfermedad, no elimina esa enfermedad.
Sabemos que en todas las grandes dinastías existen escisiones,
y todas las ramas dicen ser las herederas del tronco del que se han desgajado,
por eso unos serán considerados auténticos y otros espurios, y cada vez irán
creando mayores divergencias para demostrar que son los herederos reales y
guardianes de la pureza del estilo.
No nos rasguemos las vestiduras, que todos y cada uno de los
que practicamos un arte marcial, seguimos a una de estas ramas, y la gran
mayoría piensa que solo la línea que ellos siguen es la auténtica.
Creernos en posesión
de la verdad, hace que nadie se atreva a profundizar en otros estilos, no sea
que al hacerlo descubra que existen más afinidades que divergencias, y no sea
que el otro estilo les guste más y lo sientan más afin a ellos mismos que el
estilo que practican.
Solo tengo que decir parodiando aquel lema que se hizo
famoso hace unos cuantos años en los anuncios de televisión:
“Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”
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