Hace muchos años uno de mis hijos asistió a un campamento de
verano y los monitores prepararon diferentes juegos para realizar el día de la
visita de los padres, en los que los mismos padres participaban. Entre estos
juegos había uno que demostraba como se iva desvirtuando una noticia o una
enseñanza pasada de boca a oído a través de distintas personas.
Este juego no era
otro que lavar a un elefante. El primer actor recibía instrucciones precisas de
lo que debía realizar. Se trataba de realizar unas acciones sin utilizar ningún
objeto, tan solo mediante gestos y expresiones corporales, que debía transmitir
a un segundo actor y este a un tercero, y así sucesivamente.
El primero que había recibido instrucciones precisas,
realizó todos y cada uno de los movimientos, haciendo ver a los espectadores
toda la escena, agarraba el asa de un cubo y lo llenaba de agua en un grifo,
introducía un trapo en el cubo de agua, lo escurría y se lo pasaba al elefante
por las distintas partes del cuerpo. Cuando le llegó el turno al segundo actor que
había recibido instrucciones del anterior, de boca a oído y además lo había
visto realizar todos los movimientos, comenzó su trabajo, pero omitía detalles
y agregaba movimientos sin ningún sentido. Pasó las instrucciones de boca a oído
al tercero que también le había visto realizar su trabajo, y comenzó la
actuación. Esto ya no se parecía en nada a la primera actuación, los
movimientos carecían de sentido, el elefante había desaparecido. Pasaron más actores
que también había recibido las mismas instrucciones del segundo, y siguieron
modificando los movimientos, ya había desaparecido el cubo, el trapo y la
fuente, así que cuando llegó el último, tan solo se dedicó a pasear por el
escenario saludando a todo el mundo.
Este juego me recuerda a la trayectoria que en muchos casos
se le está dando al tai chi. Se ve una coreografía vacía de intención, vendida
como el arte de la relajación con un mínimo esfuerzo físico, han ido desapareciendo
esos pequeños detalles diferenciadores, que crean la frontera entre
manifestación corporal y arte marcial, y eso no es tan malo, porque en otros
muchos casos no se reconocen los movimientos, las modificaciones han sido de
tal calibre, que ha desaparecido el continente y el contenido inicial. Cada vez
más están apareciendo manifestaciones lúdicas o gimnásticas que se aprovechan
del nombre de tai chi, para introducirse entre las personas crédulas pero mal
informadas, que por supuesto poseen una utilidad social, pero no son tai chi,
no tendría mayor importancia si todas estas actividades no transmitiesen
imágenes erróneas de esta actividad, haciendo que a cuando dices que precticas
tai chi veas una leve sonrisa en tu interlocutor, eso en el mejor de los casos,
porque en otros te dicen directamente.
-
Eso está bien para viejos.
Tan lento, demasiado estresante, y además yo necesito hacer ejercicio.
Es normal ver en los
anuncios de los gimnasios donde se practican varias actividades, dos columnas,
una para el Karate, Judo, Kung Fu etc. y otra para yoga, fitness, tai chi, etc.
A todo esto le llamo “lavar al elefante”, pero también le
doy la misma denominación a lo que aparece en anuncios, libros etc. que después
de la palabra Tai Chi, de tal o cual familia, siempre le ponen el adjetivo
auténtico. Me recuerda a los anuncios de Juan Valdés, en el que una voz en off
decía :
-
Auténtico café de Colombia.
Estamos convirtiendo el Tai Chi en un producto para sacar
dinero. Sin agradarme del todo, tampoco esto es lo peor.
Lo más criticable en todo esto son los captadores de masas.
Todas esas empresas creadas al amparo de entes públicos y que gestionan dinero
de todos para realizar programas deportivos, en los que las propagandas en
papel couché de alto gramaje y cuatricromía, llegan a todos los buzones, como
el que en el que tengo en la mano y que puede leerse la explicación de cada
actividad, por ejemplo:
“Tai chi
Gimnasia suave oriental que produce mejoras a nivel físico y
mental, a través de la respiración y movimientos lentos y precisos. Se mejora
el equilibrio y la corrección postural y se fortalece el cuerpo y la mente.”
El éxito de estas
empresas reside en que utilizan subvenciones
públicas resultando una aportación simbólica la cuota que paga el usuario. Poniendo
mayor énfasis en la cantidad de usuarios que en la calidad del profesorado.
En los tiempos que corren, de miedo a la crisis, (resulta
que el informe de Cajas de Ahorro, indica que ha aumentado la cantidad de
dinero ahorrado) aparecen los buitres con ofertas muy golosas, aunque de
contenido dudoso, creo que la mejor defensa del Tai Chi, es dejarnos de “autenticidades”
u otros apelativos, y ofrecer calidad de enseñanza a precios asequibles. Dar un
paso atrás, no siempre es un retroceso.
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