sábado, 20 de noviembre de 2010

MAESTROS CON VENTANAS A LA CALLE

Hace ya muchos años que inicié mi andadura en tai chi, me he cruzado con otras gentes que practicaban distintas artes marciales, intimas con algunos por afinidad, y con otros mantienes contactos pasajeros, pero de todos ellos se adquieren experiencias que se suman a las mías personales.
Desde niño pensé que una relación maestro-alumno podría generar unos lazos equiparables a los de consanguinidad, respeto mutuo, etc. etc. etc.
¡Pobre iluso! Todas las historias contadas y vividas han hecho que la “venda de la justicia” se me bajara un poco de los ojos, para poder vislumbrar algo tan sencillo y a la vez tan complejo como la vida misma.
Un maestro es un señor que ha alcanzado cierta habilidad en su especialidad, pero no vive aislado del mundo en una montaña ni en un monasterio. Eso solo pasa en las películas y en los cuentos.
No te elige como alumno por haber oído la voz del Espíritu Santo al verte y cree que enseñarte es transmitir sus enseñanzas. La única voz que ha oído es el tintineo de tus monedas.
Está atento al movimiento de la calle y conoce a sus alumnos, trabajos, estudios, influencias, y oye ese ruido a través de las ventanas que mantiene abiertas, dejándose arrastrar por la tentación bien urdida por el “maligno”.
Crea un estatus piramidal con sus alumnos, aunque no por sus conocimientos, sino por sus influencias sociales. El quien eres en la sociedad, pesa mucho más que lo que sabes del arte. El mercadeo subterráneo, halagos por lo que eres y recriminaciones por lo que sabes. Siempre hay alguien que paga los halagos y alguien que desaparece por los desprecios. Doble beneficio.
Procura no enfadar a sus protegidos porque su voz en la calle resuena mucho más que la de aquellos que les son indiferentes y sabemos que los halagos y las atenciones, tienen mejor “prensa” que la disciplina y el buena hacer.
Ante todas estas elucubraciones, se da una paradoja. Después de tantos años de búsqueda, creo que no existe mi maestro ideal, pero cada uno de los que he conocido me han ido dando, un poco de ellos mismos. Soy yo quien decide con que parte quiero quedarme. Tal vez recomponiendo todos esos pequeños pedazos llegue el día en el que se haya formado ese maestro que intuía en el seno de las artes marciales, cuando era un niño y golpeaba el canto de mis manos con las rugosidades y estucos de las fachadas de los edificios.
“No importan los años de práctica, sino encontrar un verdadero maestro”.

viernes, 5 de noviembre de 2010

ELEGIR EL ORDEN DE LOS APELLIDOS

Todos los medios de comunicación se hacen eco de la noticia del año. Al final las mujeres podrán igualarse a los hombres en cuanto a la elección del apellido de sus hijos.
La verdad es que no comprendo a los políticos de turno sean “progres” o “carcas”. No existe la noticia, se trata tan solo de un gran saco de aire. La transmisión de los apellidos como hoy los conocemos de forma agnaticia, es decir, por línea directa de varón, se inicia en el siglo XII, pero siempre ha existido la libertad de elegir el apellido, dándose el caso en una misma familia, unos hijos tenían el apellido paterno y otros el materno, y aún más difícil, podía elegirse el apellido materno-paterno, o materno- materno.
Hasta que para evitar tanto caos se reguló el orden general que ha llegado hasta nosotros. En España a partir del 5 de noviembre del año 1999, se permite a las parejas elegir para sus hijos el orden de los apellidos, aunque en caso de desacuerdo prevalece el derecho del apellido paterno.
Es aquí en este punto donde comienzo a pensar y a hacerme preguntas,
¿Por qué tanta publicidad de algo que no es novedad?
En todo caso se hacen unas reformas y vale.
¿Será casualidad, u otro efecto mariposa?
Obama pierde unas elecciones por las promesas hechas durante la campaña electoral, y Zapatero saca una ley novedosa que no lo es tanto para cambiar el orden de los apellidos.
¿Será tan solo una cortina de humo?
La verdad es que como dice un antiguo refrán, de madre somos con toda la seguridad, los hombres tenemos que creer que hemos puesto algo de nuestra parte, y por esa seguridad debería ir en primer lugar el apellido materno.
Pero aquí se encuentra el quid de la cuestión.
¿No han recibido las mujeres al igual que los hombres su apellido por línea paterna?
Por tanto el apellido en origen no deja de ser una trasmisión masculina, se reciba por línea paterna o materna.