domingo, 4 de julio de 2010

LLENANDO EL SACO

En esta época del año, aparecen las paredes, columnas, vallas de obras, etc. Totalmente empapeladas de ofertas, latín, griego, matemáticas, y por qué no, tai chi. Los primeros ofrecen apoyo para poder aprobar el curso y no perder el hábito del estudio. Pero con los anuncios de tai chi, es otra cosa. Raro es quien no ofrece el elixir de vida. Paz interior, salud de hierro, etc. Todo ello aprendiendo unos sencillos ejercicios, acompasando la respiración y poco más.
¡Qué más quiere quien le duele la uña del dedo gordo, o quien se siente infeliz porque se le ha muerto el canario! Es lógico que quieran alcanzar la felicidad, y si encima ven anuncios con chinos sonrientes, pues mucho más. Llega octubre y comienzan las clases. Y llegan las lamentaciones, como en “La vida es sueño”
“¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.”

Y entonces la serpiente taimada, te ofrece una cantidad de conocimiento nunca igualada, y Nona, la tejedora, crea una sutil tela de araña, que envuelve al pobre buscador que comienza a recibir información por todas las partes. Y realiza el esfuerzo de aprender aquello tan raro, sintiéndose orgulloso de sus progresos. Cuando apenas ha aprendido una forma, comienza el aprendizaje de la siguiente, y al poco tiempo se le olvida la primera y tiene que volver a recuperarla.
El tiempo pasa, y las mensualidades también, un año y otro año se suceden, unos lo dejan desanimados o porque tienen otras prioridades, pero otros llegan, y los antiguos que ya poseen su estatus, presumen ante los “novatos” de todos los movimientos que saben hacer, ejerciendo de banderín de enganche. El negocio continúa, poniendo la mesa llena a la vista de un glotón. Es cierto que cada ejercicio requiere mayor exigencia física y psíquica, que el anterior, pero ¿Podré mantener siempre ese ritmo? ¿No va este proceder en contra de los principios del taichí?
Como es ya mi costumbre creo que esta fábula de Iriarte ilustra mejor que yo el escrito.

El pato y la serpiente

A orillas de un estanque,
diciendo estaba un pato:
«¿A qué animal dio el cielo
los dones que me ha dado?
Soy de agua, tierra y aire:
cuando de andar me canso,
si se me antoja, vuelo;
si se me antoja, nado».

Una serpiente astuta,
que le estaba escuchando,
le llamó con un silbo y le dijo:
«¡Seó guapo!

no hay que echar tantas plantas;
pues ni anda como el gamo,
ni vuela como el sacre,
ni nada como el barbo;

y así, tenga sabido
que lo importante y raro
no es entender de todo,
sino ser diestro en algo».
(Tomás de Iriarte)

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