domingo, 17 de abril de 2011

EL TRAJE MAGICO (Como la vida misma)

Acababa de comenzar la clase y Juan miraba a todos sus compañeros, admirando la soltura con la que ejecutaban el tai chi, su ritmo acompasado. En las primeras filas los más antiguos, con sus trajes negros, brillantes, creando un ambiente casi místico, y en los últimos lugares, como escondidos en algún rincón, unos cuantos con pantalones y camisetas multicolores.
Podía verse reflejado en el espejo de la pared del fondo, y lo que veía no le gustaba nada, se sentía torpe, si pensaba en el movimiento que debían realizar sus manos, se olvidaba con frecuencia de sus pies, su cintura parecía un palo y sus brazos se movían como aspas de molino, aquello resultaba una verdadera tortura china (nunca mejor dicho).
La grulla blanca eleva sus alas, en este movimiento, se quedaba embobado viendo a sus compañeros del traje, que parecían elevarse hacia el infinito, y en estas distracciones se olvidaba de utilizar la suavidad y elevaba sus brazos con fuerza y de forma un tanto desgarbada, aquel día fue desastroso, por poco le atiza un sopapo a la compañera que tenía más cercana. Menos mal que esta colocó la mano por delante. Después de disculparse torpemente, se sentía el rey del pelotón de los torpes, saliendo de clase más decepcionado que nunca.
- Esto no puede ser –pensó- nunca me había costado tanto aprender algo nuevo, como es posible si mi coeficiente se acerca a 130.
Siempre le habían considerado superdotado, y el “jodido” tai chi, se le resistía, aquello le sublevaba y las imágenes del profesor y los compañeros más avanzados, pasaban por su mente como una danza macabra que se burlaba de él continuamente. En todos estos devaneos, se dió cuenta de que quienes practicaban mejor tai chi, llevaban traje, mientras que por el contrario quienes vestían otras ropas, lo hacían de forma desmañada.
No podía creer su descubrimiento, ¿Tendría algo que ver, llevar o no traje?, ¿podría ser posible que este simple motivo les diese más seguridad?
Ni corto ni perezoso, fue a una tienda de deportes, y en la sección de artes marciales, vió un traje que parecía decirle “ven, estoy esperándote”.
Al día siguiente, se presentó en clase con su flamante traje, en el vestuario creyó ver sonrisas burlonas entre sus compañeros, que fueron minando su seguridad, así que optó por ir a la clase, sabiendo que la sala en ese momento estaba vacía, abrió la puerta y… ¡ horror! El profesor se encontraba entrenando una forma distinta, y lo más chocante es que vestía un pantalón y camiseta de colores pero sus movimientos, seguían siendo suaves y armoniosos.

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